miércoles, 16 de junio de 2010

Me lo contaron ayer...

Y me bendijo a mi madre;
y me bendijo a mi madre.

Diez centavos le di a un pobre
y me bendijo a mi madre.

¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!

Y tú... ¿dónde vas tan deprisa?
sin decirme ni ¡con Dios!
Me puedes mirar de frente,
de todo me he enterado yo...

Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hace un mes
y me quedé tan tranquilo.

Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echado a llorar,
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba igual.

Nada de pegarme un tiro
ni de enredarme a maldiciones
ni de apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.

¿Que te has casado? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.

Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor.

Porque sin ser tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
soy el que más te ha querido
y con eso tengo bastante.

(Y haciendo un poco de historia
nos volveremos atrás
para recordar las glorias
de mis días de chaval...)

—¿Qué tiene el niño Manuela?
Que anda como transtornado,
le noto cara de pena
y el colorcillo quebrado.

Ya no juega a la pelota
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose por el nido.

¿No te parece a ti extraño,
no es una cosa muy rara
que un chaval de doce años
tenga tan triste la cara?

¡Mira que soy perro viejo
y andas demasiado tranquila!
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia mujer... ¡vigila!

Y fueron dos centinelas
los ojillos de mi madre.

—Cuando sale de la escuela
se va pa' los olivares.

—¿Y qué es lo que busca allí?

—Una hermosa niña...
tendrá el mismo tiempo que él.
José Miguel, no le riñas,
está aprendiendo a querer.

Mi padre encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre
y te compró unos sarcillos
y a mí un pantalón de hombre.

Yo no te dije «te adoro»
pero amarré en tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.

Y tú fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
la cinta color de rosa
que engalanaba tu trenza.

—Voy a misa con mis primos.
—Bueno, te veré en la ermita.

Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.

Mas tarde en el campanario,
cuando rompimos a hablar:

—Dice mi tiíta Rosario
que la cigüeña es sagrada...

—Y el colorín y la fuente
y las flores y el rocío
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río.

Y el bronce de esta campana
y el romero de los montes
y aquella cinta lejana
que la llaman horizonte.

¡Todo es sagrado: tierra y cielo
porque todo lo hizo Dios...
—¿Qué te gusta más?
—Tu pelo.
¡Qué bonito le quedó
Y tu boca y tus brazos
y tus manos redonditas
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas suritas

Con la pureza de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.

De regreso te hice un ramo
de pitiminí precioso
y luego nos retratamos
en las agüitas de un pozo.

Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
tomados por la cintura.

Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
Tú dijiste: —En darte un beso.
Y sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.

De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
—¡Shhht! Mi hermanito está en la cuna,
le estoy cantando la nana.

Y mientras tu le cantabas
yo inocente pensé
que la luna nos casaba
como a marido y mujer.

¡Pamplinas! ¡Figuraciones
que inventan los chavales!
Después la vida se impone:
"Tanto tienes, tanto vales"

Por eso hoy al enterarme
que llevas un mes casada
no dije que iba a matarme,
sino que me daba igual.

Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía:
tú cada noche entre sueños
soñarás que me querías
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
¡y te llamarás cobarde!
como te lo llamo yo.

Y verás sueña que sueña,
que me morí siendo chico
que se llevó la cigüeña
mi corazón en el pico.

Pensarás: ¡No es cierto nada
yo sé que lo estoy soñando!
Pero allá... pero allá en la madrugada
te despertarás llorando,
por el que no es tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querido
y con eso... con eso tengo bastante.

Por lo demás, todo se olvida.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísamelo enseguida,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

"Quítate de la esquina,
chiquito loco,
que mi madre no te quiere
ni yo tampoco"

Pensarás: ¡No es cierto nada
yo sé que lo estoy soñando!
Pero allá... pero allá en la madrugada
te despertarás llorando,
por el que no es tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
sino al que más has querido
y con eso... ¡con eso tienes bastante!


Obra maestra autoría del sevillano Rafael de León... (te la debía Arturo Ignacio Solís)

2 comentarios:

  1. Maestro, para un poema lacrimógeno como este, no debe exister duda sobre si está bien o mal escrito (favor de no sembrar malas expectativas) sabemos que hay bastante gatillero en el ambiente mundano, ¿ahora te sumas como francotirador literario?
    un abrazo de a. ignacio solís

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  2. Efectivamente, si lo vemos con un sentido estricto, está "mal escrito" respecto al original, no olvidemos que este poema del sevillano Rafael de León que en realidad se llama "Profecía" está escrito en andaluz, pero quise hacer mas comprensible la lectura para todo ser mundano como un servidor.

    Agradezco de cualquier modo tu comentario, siempre es grato que te hagan observaciones de lo que publicas y mas siendo éstas de forma constructiva como siempre sucede contigo mi estimado Arturo.

    Espero sigas pasándote por estos lados, ya que poco a poco iré publicando mi colección de escritos, cuya autoría se la debemos a mis tiempos de ociocidad, un fuerte abrazo y una disculpa por no citar en su momento al autor y te debo un jalón de orejas por alterar la esencia del poeta Rafael de Leon.

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