Los eremitas tenían una escudilla de barro, única cosa que poseían.
Un día, un mal espíritu entró en el corazón del más viejo, que acercándose al más joven le dijo:
- Hace ya mucho tiempo que vivimos juntos. Ha llegado la hora de separarnos. Dividamos nuestros bienes.
Entonces el menor de los eremitas se entristeció, y dijo:
- Me duele, hermano, que me abandones. Pero si tienes necesidad de partir, así sea.
Y trajo la escudilla de barro y se la entregó, diciendo:
- No podemos dividirla, hermano, quédate tú con ella.
Entonces el ermitaño más viejo replicó:
- No quiero caridad. No me llevaré nada que no sea mío. La escudilla debe ser dividida.
Y el más joven dijo:
- Si partimos la escudilla, ¿de qué nos servirá después a ti o a mí? Si estás de acuerdo, podríamos sortearla.
Pero el viejo insistió:
- No quiero sino justicia y lo que me pertenece, y no voy a confiar la justicia y lo que me pertenece a la caprichosa suerte. La escudilla debe ser dividida.
Entonces, el eremita más joven no pudo ya seguir argumentando, y dijo:
- Si es tu voluntad y eso es lo que deseas, quebraremos la escudilla.
El rostro del eremita más viejo se fue oscureciendo cada vez más y gritó:
- ¡Maldito cobarde, no quieres reñir!
Gibran Khalil Gibran
El Loco
Ed. Pomaire, 1978
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